miércoles, enero 17, 2007

Yo fui católico

Bautizo
Actualmente vivo en la ciudad de Sacramento, pero los scramentos que recibí, tuvieron lugar en mi natal Monterrey. Fui bautizado por la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana poco después de nacer en 1973. Mis padrinos fueron Licha y Adolfo (†)



¿Cómo está su conciencia?

Fue la pregunta que reiteradamente hacía la periodista Sanjuana Martínez en la entrevista telefónica que sostuvo con el padre Nicolás Aguilar, acusado de abusar sexualmente de hasta 90 niños en México y Estados Unidos y que enfrenta una orden de aprehensión en este último país. El proceso en E.U.A. se extiende al arzobispo primado de México Norberto Rivera, quien ha negado haber protegido al sacerdote pederasta.

Esa es la iglesia católica.

Y en México, ésa es la manipulación que los círculos de poder hacen de las leyes, al solapar los crímenes de quienes se suponen deben ser un soporte espiritual para la gente. Los Legionarios de Cristo, grupo católico que incluye a gente poderosísima en México, también ha sido el centro del escándalo al también haber sido acusado su fundador, el padre Marcial Maciel, de abusar sexualmente de niños mexicanos años atrás. Los testimonios de las víctimas son estremecedores. Y formaron parte de las últimas emisiones del programa Círculo Rojo, conducido por Carmen Aristégui y Javier Solórzano, producción sospechosamente cancelada inmediatamente después.

En ambos casos la justicia mexicana ha actuado con tortuguismo, desprecio hacia las víctimas e incluso con el asedio y amenazas a los denunciantes, quienes han tenido que pedir asilo en Estados Unidos.

¿Cómo está su conciencia?

Es una pregunta importante. Es una pregunta clara. Es una pregunta que cualquier persona sana debería poder contestar. Bueno, el padre Aguilar no fue capaz de contestar.

Confirmación
Mi segundo sacramento. En la foto aparezco con mi queridísimo padrino Toño.
¿Alguien podría explicarme qué es la confirmación?



Nací en una familia conformada por una nuevoleonesa y un zacatecano. Ambos comulgan con la religión católica. Una tradición familiar que me inculcaron desde pequeño.

De niño yo era un buen católico. Iba a la iglesia sin chistar a presenciar aburridísimas y largas misas, oficiadas por el sacerdote Raúl en la Parroquia de San Jorge Mártir. El padre Raúl era lo que yo llamaría un burócrata de la iglesia. Celebraba misas sin corazón, sin sentido y aparte ininteligibles, pues se escudaba en un deficiente sistema de sonido instalado en la iglesia en el que la voz de quien estaba ante el micrófono se perdía entre ecos, ecos, ecos.

En ese sentido ir a misa era un verdadero acto de fe. Era como escucharla en latín. Por un lado, no se entendía nada, y por otro, lo poco que entendías era irrelevante, pues no tenía sentido, pero eso sí, todo era Palabra del Señor.

Como buen niño católico, rezaba todas las noches, antes de dormir. Arrodilladito en mi cama, platicaba con dios. Le contaba cómo me había ido en mi día, agradecía las bendiciones recibidas y pedía por mis padres y mi familia y el mundo entero, faltaba más. Dios era mi amigo.

Claro que fui al catecismo. La catequista era una guapa muchacha que nos prodigaba mucho cariño a los niños que asistíamos a la clase. El catequismo consistía en memorizar algunos rezos y cánticos que venían en un librito de unas 8 páginas que nos regalaban. La portada del libro presentaba en close up la cara a una niñita morena con unos enormes y bellos ojos negros, aparentemente arrodillada ante el altar y viendo hacia arriba con devoción como si, literalmente, la Virgen le hablara. Los textos de dicho librito, impresos en papel chafísima, parecía que eran filtrados por el mismo sistema de sonido de la parroquia. No se les entendía nada, de nada.

Pensaba yo que a mis tiernos 7 años iba a encontrar en el catecismo las respuestas a las dudas que ya a esa edad me acechaban día con día. ¿A poco era verdad lo de Adán y Eva? ¿Existe el infierno? ¿Si es pecado mentir, por qué todo mundo miente? ¿Si no pueden tener hijos, por qué se les dice Padres a los sacerdotes?

Ni una respuesta. Pobre de mi catequista, la acorralaba con mis preguntas, y ella sólo atinaba a contestar que la santísima trinidad, que Dios es Cristo y el Espíritu Santo al mismo tiempo sí, pero no, pero o sea que en fin.

Primera Comunión
Mi padrino Felipe tiene un rancho en Tamaulipas en el cual disfruta su retiro. ¡Perdón por no visitarlo, padrino!
A la izquierda aparece el actor Paul Giamatti, invitado especial a la celebración.



De todas formas, fui el primer niño en terminar de memorizarme el librito del Catecismo y mi bella catequista me regaló un jueguito de la memoria (financiado por ella misma) y me dio un besito. Terminé haciendo mi primera comunión, recibiendo por primera vez el cuerpo de Cristo. No entendí de qué se trató todo. No sentí nada especial.

Arriba: El padre Raúl. Abajo: mi prima Cinthia, mi madrina Ofelia, un servitur y mi santa madre.


¡Lo mejor de mi Primera Comunión fue el pastel que preparó mi mami!


A la izquierda, la familia Martínez y a la derecha, mi abuela Mague, que también es Martínez, pero de otros.



El padre Raúl se fue de la parroquia sin mucho boato. No recuerdo haber visto a nadie lamentándolo.

Luego llegó el Padre Buky. No recuerdo su nombre, nomás recuerdo que le apodaban el Buky, por su parecido a Marco Antonio Solís. Así tez blanca, barbón, greña larga, etc. Tenía un estilo pausado para hablar, con una voz clara y profunda. Hasta en alguna ocasión escuché a alguien decir que se parecía a "diosito".

El padre Buky era más bueno para las relaciones públicas. Era un convocador, movía a las señoras para acá, y ya movía a todos los jóvenes por allá y que si la kermesse, y que si la rifa y que si las fiestas de la parroquia. Vaya, tenía liderazgo y lo usaba.

Los discursos de sus homilías tenían más sentido, sabía estructurar bien las palabras, le echaba enjundia en el momento adecuado, tenía alguna noción del movimiento escénico y andaba de un lado para otro del altar moviendo las conciencias de la feligresía.

Todas estas habilidades rindieron frutos.

La casa parroquial se amplió, construída con puro ladrillito, como la nave principal de la iglesia. Dos pisos, acabados de lujo, aire acondicionado, mármol y una Explorer blanca del año a la puerta. Le iba muy bien al Buky.

Ya para entonces, yo no tenía ningún entusiasmo con asisitir a las misas del Buky. Ya me había leído dos o tres libritos muy ilustrativos y tenía amigos inteligentes con quienes tenía largas conversaciones filosóficas que nada tenían que ver con la fe católica. Más bien, veía con coraje cómo el Buky manipulaba a la gente y se daba vida de rico.

Cuando estaba en la secundaria dirigí una pastorela en la que también aparecía como el diablo. Esta pastorela ganó el primer lugar de nuestra Zona Escolar en el Certamen de Pastorelas. Tenía un elenco de lujo y la gente se desternillaba de risa al verla. Estaba emocionado con mi pastorela y decidí que no tenían que limitarse sus presentaciones a las del Certamen, sino que debía ser presentada para que toda la gente la viera. Así que fui con el Padre Buky para ofrecerle que la pastorela fuera presentada en las fiestas decembrinas de la iglesia. Sin costo alguno. Aun había tiempo y mis compañeros del grupo estaba dispuestos a presentarse.

Fui con el Padre y ahí estaba, como en imagen de barajita, rodeado de niños y jóvenes que él veía con gesto bondadoso.

Éste no era un burócrata de la fe, quise creer. Éste sí se movía y me va a escuchar y quizás hasta me apoye para que la humilde producción de mi pastorela crezca para ofrecer un verdadero espectáculo al público y hasta para iniciar una tradición: La Famosa Pastorela de la Parroquia de San Jorge Mártir.

Pues en pocas palabras el Buky me mandó por un tubo con todo y mi trinche y cola de diablo, condenándome a las llamas del infierno y convirtiéndome en lo que soy hoy, un resentido demoniaco. Eso sí, lo hizo tranquilo, con una sonrisa con toda diplomacia, mandándome con el "Coordinador de los jóvenes" un chavo mayor que yo, fresita (posiblemente de una colonia más acomodada), que ante su propio séquito de admiradores y admiradoras, me dijo que no, que ya tenían preparando una pastorela con producción de la iglesia. Claro que nunca nadie vio la presentación de esa pastorela. O sea, el Padre Buky me mandó a una de las Trampas de la Burocracia de la Fe.

A la edad de doce años tuve mi última conversación con diosito. Arrodilladito en la cama superior de la litera que compartía con mi hermano, y ante la imagen de la Virgencita de Guadalupe, le notifiqué al todopoderoso que ya no creía en él. Que las dudas se convirtieron en certeza. Que las mentiras fueron muchas. Que la hipocresía me revienta. Y que es más, ya para qué seguía hablando con él si ya no creía que me estaba escuchando. Me brinqué la parte en la que me persinaba (o persignaba, nunca había escrito esta palabra), me acosté y dormí como cualquier otra noche.

En una ocasión mi madre, preocupada por mi resistencia a acompañarlos a misa, le ordenó a mi padre que hablara conmigo y me pusiera en mi lugar. Era una mañana de domingo en la que el periódico El Norte venía más choncho y traía la sección de monitos a colores. Mi papá leía a Lorenzo y Pepita cuando recibió la súplica de mi madre. Papá me llamó y comenzó con su esfuerzo por enderezarme.

Vamos a suponer que Cristo no era hijo de dios, –comenzó mi padre– vamos a decir que era un hombre que había decidido hacer el bien a sus semejantes sin mirar a quién. Que si alguen lo ofendía él en lugar de regresársela, metafóricamente "daba la otra mejilla". Que veía sin miramientos a las personas sea cual fuere su condición. Que pensaba que era más importante el amor que las riquezas. Que había decidido llevar una vida humilde y llena de amor y compasión.

Entonces, –siguió mi papá– ésa es la onda con Cristo, él quería que todos fueramos buenos y nos amáramos los unos a los otros ¿qué te parece?

Pues sí, me late –contesté.

Pues así de sencillo. Ya. Si tu decides ir por la vida con esa filosofía, serás un buen cristiano, y si decides ir o no a la iglesia es cosa tuya. Y por mí, no vayas, quédate aquí, porque la misa es bien aburrida, yo nomás voy para acompañar a tu mamá –Concluyó .

Mi madre medio escuchaba complacida desde la cocina, pues al sentir la armonía de nuestra conversación, seguro creyó que papá me había convencido de ir a misa.

No sé qué le dijo mi papá a mi mamá, pero a partir de ese domingo mamá (con profundo dolor en su corazón) ya no me forzó a ir a misa.

Mi hijo Mateo será bautizado si él así lo decide siendo una persona consciente de lo que hace. Ésa es su prerrogativa.



Curiosamente años después no me perdía la misa de los sábados, y en algunas ocasiones ni la de los domingos.

Había sido contratado para grabar en video bodas y quinceaños. Así que semana tras semana visitaba los templos y estaba más atento a las palabras y movimientos de los sacerdotes que la mayoría de los feligreses. Y qué bárbaros los padrecitos. Era una aventura lidiar y negociar con ellos. Las cuotas que cobran para que la gente pueda filmar sus sacramentos en el Templo de Dios. Obviamente en una parroquia ubicada en una zon más lujosa, pues cobraban más.

El asunto del estatus en las parroquias es importante. La gente no se quiere mezclar con los de distinta posición social. Así que los que viven en una colonia popular que quieren sentirse "de la high" pues van a la Parroquia del Rosario en la Roma, o a Fátima en la Del Valle, quesque porque el Padre de ésas parroquias "habla más bonito".

Y tienen razón, entre más jodida la colonia donde está la parroquia, los padrecitos tienden a ser más regañones y exigentes con su feligresía. Son mayores las amenazas de castigos por los pecados cometidos, todos son como más pecadores. El tono de hablarles a los parroquianos es más seco y despectivo. Ah, y según el sacerdote todos son unos codos que se hacen sordos y no se mochan con la limosna. En cambio en las iglesias de colonias lujosas, todos somos hermanos, el perdón de dios es infinito, peace and love. Y a mí no me cuentan, estoy hablando de cuatro años de haberle dado varias vueltas a las parroquias de la muy católica Área Metropolitana de Monterrey.



He de tener una fijación mala leche con la iglesia católica, pues en mis producciones las imágenes relacionadas a ésta ocupa un lugar predominante.



Esa fue mi historia con la fe católica.

Y confirmo mi postura al escuchar con asco la voz del cardenal Norberto Rivera haciéndose pato tratando de desactivar con mentiras (y super bufetes de abogados carísimos) la bomba que pronto le va a explotar. Ésa es la jerarquía católica de México. Demasiado poder. Demasiada riqueza. Mucha corrupción. Putrefacción.

¿Y cómo está su conciencia Cardenal Rivera?


No hay comentarios.: