miércoles, julio 11, 2007
La dulce vida
Ayer estábamos en un parque y pasó un camioncito de paletero con musiquita y todo.
Acá en Sacramento por cierto, no es tan raro ver a señores empujando carritos de paletas muy a la mexicana.
Bueno, pos que voy a comprar un par de paletitas y me encuentro con la sorpresa de que venden unas que llevan la marca de Lucas, la marca creada por una empresa originalmente regiomontana que se dedica a la fabricación de dulces con base en tamarindo y chile (bueno, antes eran tamarindos y chiles naturales, ahora quién sabe de qué estarán hechos).
Yo fui empleado en Lucas como diseñador gráfico. Entre los muchos proyectos que realicé para ellos, estaba éste de la etiqueta en cuestión, exclusivamente para el mercado norteamericano.
De esta etiqueta yo diseñé la tipografía de la palabra "CHAMOY" con brillitos y la carita del chabacanito haciendo gestos.
Trabajar para Lucas representó una agradable experiencia. La oficina de diseño estaba pegada a la oficina de Hugo Martínez, uno de los hermanos dueños fundadores de la compañía y director general.
Como sucede conmigo en los chorrocientos trabajos que he tenido, pronto Lucas no representó más reto para mí y se limitaba a una rutina en la que había poco espacio para progresar.
Por esos tiempos Charly Rodríguez, un cineasta de Monterrey me estaba invitando a ir a trabajar con él. Así que después de una pequeña negociación, le dije a Lucas que me iba.
Durante mi último día en la oficina, fue precisamente Martínez quien me dijo que lamentaba que me fuera de la compañía. Pero que lo lamentaba por mí, porque venían cosas muy buenas dentro de la empresa. No sé a qué se refería, pues meses después venderían la compañía a Mars, el gigante dulcero norteamericano, con su lógico recortadero de personal.
Si él pensaba que porque iban a vender la compañía, habría más oportunidades, estaba equivocado. Las empresas grandes que absorben a otras no tanto llegan a imponer su ley, y sobre todo, buscan "recortar gastos" y a eliminar "funciones duplicadas" dando prioridad a su personal de confianza.
De todas formas, el tiempo que trabajé para ellos fue de intensa producción y de aprendizaje del mercado y de las estrategas y trucos habituales de ese tipo de compañías.
Por cierto que por acá se hace mucho énfasis en las escuelas y todo tipo de comunicación dedicada a los padres de familia y a la nutrición de los niños, que eviten todo tipo de dulces provenientes de México, debido a los altos contenidos de plomo, sobre todo los que contienen chile y tamarindo.
Otra velada práctica de proteccionismo comercial del campeón del libre mercado y la competencia comercial. Si los dulces mexicanos fueran tan malos, ¿porqué los dejan pasar la frontera?
Ah, pero que al gobierno mexicano se le ocurriera advertir contra los chocolates, chicles, pastillitas, refrescos, frituras y todo tipo de chatarra proveniente de E.U.A. por sus altos contenidos de azúcar e ingredientes elaborados con maíz transgénico. No, pues para empezar, no creo que Felipillo lo haga, y por otro no creo que si se le ocurriera, lo dejaran.
Después de Lucas, tuve la oportunidad de trabajar con mi propia compañía, Hongo Visual, para otras dos empresas dulceras en Monterrey, PROCOPSA, creadora de la marca Zumba Pica y de las famosas Cucharas y una variante de los vasitos con chile, y para quienes desarrollé el personaje de Zumbi, un monito verde con alas y antenas que según mi teoría no es más que un mosquito extraterrestre.
También con ellos colaboré en el desarrollo de un producto nuevo llamado Kucho.
Simpático y riquísimo.
Otro de mis clientes fue Indy, una compañía perteneciente también a la familia Martínez, pero administrada por Roberto, quien también es productor de cine y TV. Con ellos desarrollé proyectos muy interesantes. Con una visión muy 'cinematográfica'.
La verdad es que el mercado infantil como que se me da.
La neta es que nunca he dejado de ser un huerco que juega con carritos y hace chistosadas para pasarla bien.
Por acá he visto algunos de estos diseños ya sea en los anaqueles de las tiendas o en las despensas de las casas que he visitado, y la verdad me siento muy contento, por mí y por los buenos empresarios que me han dado la oportunidad de trabajar con ellos, aunque mal les pague a veces.
Así somos los escuincles malcriados.
Si quieres ver más de éstos diseños, te invito a la nueva sección de Diseño Gráfico de este blog, espero la disfrutes.
sábado, julio 07, 2007
El Puente
Nadie cercano a él había muerto. No sentía por lo tanto obligación alguna en acompañar a su madre al panteón, a rezar por sus muertos. Mejor, decidió, le inventaría cualquier excusa, no era necesario que fuera muy creíble, pues ella jamás caía en la trampa, simplemente aceptaba sin chistar que Adolfo no quería acompañarla, como ocurría desde hacía años.
De todas formas, Adolfo no dejó de pensar en la muerte. En lo cerca que parecía gustarle a su madre estar junto a los muertos. A veces ella parecía una muerta. Claro que también pasó por su mente la imagen de verse en su funeral y el juego de contar a las personas que estarían ahí. No eran muchas. De hecho, eran tres, su madre y los dos empleados de la funeraria. Por que tenían que ser dos, uno alto, estúpido y flaco y otro bajito, gordo y gandalla, que es el que saca la botellita de aguardiente una vez que terminan de medio rellenar la fosa.
Su madre lloraría desconsolada, y al terminar, unos tres meses después, dispondría de los escasos bienes de Adolfo y de su cuantiosa cuenta bancaria. Quzás regresaría a su pueblo y se quedaría ahí hasta, precisamente, morir. Morir, morir, morir. Todo mundo se muere.
No había ya nadie en la oficina, las computadoras estaban todas apagadas y ni siquiera la persona de la limpieza pasó ya por el pasillo. Así pues, todos los demás aprovechaban al máximo el “puente” del día de muertos. Sin un lugar a dónde ir en pleno viernes en la noche, sin trabajo qué adelantar en la oficina, pues hasta el servidor de la red de computadoras descansa por mantenimiento, a Adolfo se le ocurrió una idea.
Las corrientes de aire eran muy fuertes allá arriba. A Adolfo siempre le había llamado la atención este viejo puente que ya nadie usaba. Cuando en familia pasaban sus padres y él por la avenida desde donde se ve el puente, Adolfo soñaba con que un buen día se le ocurriera a su papá estacionarse cerca, bajar los tres hacia la orilla del río y tener un picnic como lo veía en las revistas. Y así se le quedaba esa imagen fija en su mente hasta que llegaban al cuarto que habitaban, y escuchaba a sus papás discutir, destruír cosas y hacerse daño, tanto daño que a sus seis años él se desligaba de ellos y no los veía como padre y madre, sino como dos perros de la calle peleándose, desgarrándose y aquellos dos padres felices que le ofrecían pan con mermelada en el tendido sobre el césped al pie de aquel puente eran sus verdaderos padres, que sólo vivían en sueños.
Desde la barandilla se podía ver bien aquel rinconcito, ya ahora oscuro, lleno de basura, agua putrefacta y llantas viejas. Pero a Adolfo no le costó mucho ponerle un día soleado, las flores y el pasto verde, la abeja que asustó a papá e hizo que todos rieran. Los pilares del puente, ahora moles de concreto llenas de grafitti, fácilmente se convierten en la imaginación de Adolfo en las columnas protectoras altísimas, majestuosas que podía ver desde abajo, para preguntarle a su papá cómo le hacían para construírlas.
Ese era el recuerdo perfecto para llevarse consigo. Estaba listo. Víspera del día de muertos, un viento que arrastraba hacia él recuerdos hermosos de cosas que sólo soñó y un aroma a nada, a vacío.
Adolfo se soltó de la barandilla, y extendió sus brazos. El viento lo impulsó hacia atrás, como queriendo alargar los recuerdos unos segundos, unos segundos, unos segundos.
Adolfo acompañó a su mamá al cementerio por última vez, y ella sin darse cuenta, le extiende desde entonces el brazo ofreciéndole un pan con mermelada, como en las revistas.
De todas formas, Adolfo no dejó de pensar en la muerte. En lo cerca que parecía gustarle a su madre estar junto a los muertos. A veces ella parecía una muerta. Claro que también pasó por su mente la imagen de verse en su funeral y el juego de contar a las personas que estarían ahí. No eran muchas. De hecho, eran tres, su madre y los dos empleados de la funeraria. Por que tenían que ser dos, uno alto, estúpido y flaco y otro bajito, gordo y gandalla, que es el que saca la botellita de aguardiente una vez que terminan de medio rellenar la fosa.
Su madre lloraría desconsolada, y al terminar, unos tres meses después, dispondría de los escasos bienes de Adolfo y de su cuantiosa cuenta bancaria. Quzás regresaría a su pueblo y se quedaría ahí hasta, precisamente, morir. Morir, morir, morir. Todo mundo se muere.
No había ya nadie en la oficina, las computadoras estaban todas apagadas y ni siquiera la persona de la limpieza pasó ya por el pasillo. Así pues, todos los demás aprovechaban al máximo el “puente” del día de muertos. Sin un lugar a dónde ir en pleno viernes en la noche, sin trabajo qué adelantar en la oficina, pues hasta el servidor de la red de computadoras descansa por mantenimiento, a Adolfo se le ocurrió una idea.
Las corrientes de aire eran muy fuertes allá arriba. A Adolfo siempre le había llamado la atención este viejo puente que ya nadie usaba. Cuando en familia pasaban sus padres y él por la avenida desde donde se ve el puente, Adolfo soñaba con que un buen día se le ocurriera a su papá estacionarse cerca, bajar los tres hacia la orilla del río y tener un picnic como lo veía en las revistas. Y así se le quedaba esa imagen fija en su mente hasta que llegaban al cuarto que habitaban, y escuchaba a sus papás discutir, destruír cosas y hacerse daño, tanto daño que a sus seis años él se desligaba de ellos y no los veía como padre y madre, sino como dos perros de la calle peleándose, desgarrándose y aquellos dos padres felices que le ofrecían pan con mermelada en el tendido sobre el césped al pie de aquel puente eran sus verdaderos padres, que sólo vivían en sueños.
Desde la barandilla se podía ver bien aquel rinconcito, ya ahora oscuro, lleno de basura, agua putrefacta y llantas viejas. Pero a Adolfo no le costó mucho ponerle un día soleado, las flores y el pasto verde, la abeja que asustó a papá e hizo que todos rieran. Los pilares del puente, ahora moles de concreto llenas de grafitti, fácilmente se convierten en la imaginación de Adolfo en las columnas protectoras altísimas, majestuosas que podía ver desde abajo, para preguntarle a su papá cómo le hacían para construírlas.
Ese era el recuerdo perfecto para llevarse consigo. Estaba listo. Víspera del día de muertos, un viento que arrastraba hacia él recuerdos hermosos de cosas que sólo soñó y un aroma a nada, a vacío.
Adolfo se soltó de la barandilla, y extendió sus brazos. El viento lo impulsó hacia atrás, como queriendo alargar los recuerdos unos segundos, unos segundos, unos segundos.
Adolfo acompañó a su mamá al cementerio por última vez, y ella sin darse cuenta, le extiende desde entonces el brazo ofreciéndole un pan con mermelada, como en las revistas.
lunes, julio 02, 2007
2 de julio: Un año de incertidumbre
Hoy hace un año de que se efectuaron las elecciones en México en las que muchos creemos que la voluntad de la mayoría de los ciudadanos fue distinta a los resultados oficiales.
Si nos remontamos a las mismas fechas, pero del año 2000, la situación era una muy distinta. Por angas o mangas, los mexicanos habían decidido que el bueno para el cambio era Vicente Fox (yo voté por Rincón Gallardo), incluso gente de izquierda convencida de la utilidad del voto útil.
Vicente Fox no tuvo que luchar por legitimarse como presidente, ¡él era el presidente que los mexicanos habían elegido!
Nada de que el candidato de izquierda o el priísta se quejaran, hicieran plantones, manifestaciones de repudio, etc. Aún los que ya más o menos sabíamos lo que nos esperaba (fue mucho peor, eso sí, nos quedamos cortos). Todos aceptamos los resultados y le dimos un voto de confianza al grandulón Fox.
Fox, quien anteriormente había ocupado cargos ejecutivos en compañías como Coca Cola, llegó a la presidencia precedido de una campaña electoral que en poco o nada se distinguía de una campaña comercial, como para vender cualquier producto de consumo.
Nada nuevo en otros países como en los E.U.A., en donde los genios de la mercadotecnia usan todo tipo de estrategias para presentar a su 'producto' ante el electorado como un candidato limpio que sólo se preocupa por la población, jefe de familia con una bella casa, música de fondo, slogans, colores, alegría, pajaritos, la bandera, himnos, el orgullo patrio, fuerza ante los enemigos, democracia, justicia, bla, bla. Buenos gráficos, un poco de humor, puntadas ingeniosas, resaltar las bondades del producto, torcer como atributos los defectillos y esconder bien y/o negar la mugre indefendible.
Pero en México nunca habíamos visto algo así tan agresivo, tan separado de lo oficial, de las rutinas protocolarias de ceño fruncido, alejado de la formalidad dramática habitual.
Una campaña más 'divertida', digamos más Coca Cola.
Se nos vendió un México un poco agringado, pero muy mexicano, con las botas bien puestas y el bigote bien torcido. Una mezcla de Piporro, Pedro Infante y el Llanero Solitario.
Ganó por amplio margen, comenzó a gobernar con todo a su favor. No tenía excusas.
Pero las inventó.
Que los del congreso, que si las reformas, que si abrir Pemex al capital privado, que si los Chinos, que si los bancos, que si el subcomandante, que Castro, que porqué yo, que los medios, que el Peje.
Entre Martita y él destrozaron la poca legitimidad de todas las instituciones del país.
Con Vicente Fox me quedó muy clara la inutilidad de un presidente.
Me recuerda a cuando yo fui presidente.
Vámonos ahora 20 años atrás. Escuela Secundaria Estatal #79 Juan Aldama, en San Nicolás.
Se abría la convocatoria para registrar las planillas entre las cuales se eligiría a la directiva para la Sociedad de Alumnos de la secundaria. El candidato a presidente de la Sociedad de Alumnos de la planilla elegida ocuparía el cargo durante un año.
Inmediatamente se dio el registro de una planilla 'oficial'. El hijo de un maestro contendía ya contra el que se le pusiera enfrente para ganar la elección.
Desde hacía mucho me entusiasmaba la política, por lo que estaba al pendiente de dicha convocatoria a ver si me animaba.
Varios amigos míos lo sabían, y jugábamos imaginando las posibilidades. El momento llegó y comenzamos a hacer un plan.
Estábamos René, mis primos Gladys y Angel, Luis, entre otros. Éramos menos de treinta.
Comenzamos a esbozar el sentido de la campaña y bautizamos a la planilla, se llamaría PROSEC. En pro de una mejor secundaria.
Un día, Gladys, en un buen trabajo de espionaje político, nos trajo la lista de miembros de la planilla rival. Ocupaba tres hojas de libreta Scribe, lo que haciéndo un cálculo así rabón, nos lleva a 10 hojas de 30 renglones... el nombre de un miembro por renglón... o sea como 300 miembros.
Ese día me agüité y anuncié a mi reducido equipo que me rajaba y que ahí pa' la otra.
El buen René no se amedrentó y comenzó su propia campaña para convencerme de lo contrario. Por cierto, en aquellos tiempos René era priísta y yo simpatizaba con el PAN, por lo que había buena leña pra nuestros acalorados debates.
Con la frase "¿cómo vas a saber que no puedes si no lo intentas?", me convenció de volver a la arena política. Ahora mas agresivo que nunca.
Construí un rotafolio para ilustrar la charla que daríamos salón por salón. Sería una campaña muy visual. Los contenidos de los carteles irían dirigidos a aquellos que quieran ser 'diferentes' (¿quién no quiere serlo?, y eso que no había visto la publicidad de Apple). Ante la falta de recursos para entregar regalos a la raza, decidimos no regalar nada e incluír en la campaña la condena a esa practica equiparándola a la compra de votos.
Hacer los carteles más grandes no era problema, bastaba con pegar varias cartulinas y pintar en ellas figuras pesadas, que disimularan las uniones. Había que actuar rápido, el que pega primero pega dos veces. Así lo hicimos. Preparamos un guión para nuestra presentación con el rotafolio salpicado de promesas y humor.
Claro, la otra planilla se durmió en sus laureles. Mientras nuestras presentaciones y gráficos colgados por todo el plantel atraían la atención de los chavos y provocaban con su irreverencia, nuestros rivales, después de una campaña 'institucional' y formal, se concentraron en imitarnos. Too late.
En su desesperación, algunas manos misteriosas comenzaron a desgarrar nuestra propaganda, lo cual denuncié ante la directora con lágrimas en los ojos (realmente me dolió). Aún más simpatías nos atrajo semejante abuso.
En unas cerradísimas elecciones (conteo VOTO POR VOTO) un estrecho márgen de 10 miserables votos de un total de 850 nos dió la victoria.
Mientras celebrabamos yo no imaginaba que ése sería el momento más feliz de todo el proceso.
Al anunciar salón por salón nuestra victoria, algunos maestros nos daban su apoyo, otros no. Sobre todo algunos viejos lobos, medio caciques del barrio, muy involucrados en el mundo sindical, así muy a la Jonjitud Barrios o Esther Gordillo, pero en chiquito. Recuerdo a uno de ellos ofuscado golpeando a un amigo y compañero mío ante el asombro de la clase.
Bueno, pues uno de éstos maestros resulta que sería nuestro 'maestro tutor'. O sea que la Sociedad de Alumnos funcionaba bajo la tutoría de un maestro ¿?.
Para acabarla, éste maestro no me quería así mucho mucho mucho, más bien, durante su clase de matemáticas un par de años antes, era cotidiano que me mandara castigado a la dirección de la escuela.
Recuerdo poco del período en el que me desempeñé en mi cargo. Prácticamente se incumplieron todas las promesas. Nuestras decisiones eran manipuladas por una persona en la que desconfiaba (el maestro se llamaba Conrado, pero yo no le veía lo onrado por más que me esforzaba). Fui un títere del sistema e hicieron conmigo lo que quisieron.
Recuerdo dos cosas:
Una fiesta del Día de las Madres, en la que a güebo todas las madrecitas tenían que apolingar una lana. Había que comprar un premio para la rifa y, aunque teníamos un buen presupuesto para un premio decoroso, el maestro C. nos llevó a un tianguis de fayuca en donde compramos un mugre teléfono con despertador que para colmo, por ser de manufactura extranjera no se podía conectar al sistema de teléfonos mexicano sin un adaptador, que no incluímos.
En otra ocasión se organizó un mega baile en el que participaron las tres secundarias que compartían el mismo edificio, la de la mañana, la tarde y la noche.
También era obligatorio para todos los alumnos, pues se tomaría lista de asistencia l baile. El boleto se pagó adelantado. Recuerdo el día de la contada de lo que recabamos, algunos de los presentes echándose puños de monedas a los bolsillos, y yo indignado, pero sin fuerza para decir nada.
Al final, nuestra promesa de arreglar los baños se esfumó en el trabajo mochón y mediocre de un maistro (contratado por Conrado, of course) que medio arregló la tubería y unos sanitarios, pero esos sí cobró como si también hubiera pintado, reparado los focos, instalado nuevos lavabos, azulejo, espejos, surtidores de jabón y llenado una bodega de papel higiénico.
Sin idea de lo que había pasado, lo que más me sorprendió es que al final nadie me exigió cuentas, ni explicaciones. No existía la forma en que algún alumno pudiera acusarme por semejante fracaso. Perturbado por mi mediocridad y complicidad, terminé mi 'mandato' sin pena ni gloria. Así nomás, salí por la puerta trasera.
¿Así se sentiría Fox?
Felipe Calderón 'ganó' la presidencia con las manos sucias. Pero ha tenido suficiente tiempo para legitimizar su chamba ante los ciudadanos de México.
Lo que ha hecho es echarle al ejército a la gente. Incendiar al país y promover el terror con su 'lucha contra el narco', usando la misma cantaleta de siempre, cuando muchos sabemos que tal guerra está perdida mientras no se establezca un marco legal para la posesión, transporte y consumo de todas las drogas, de tal forma que todo adulto pueda acceder a ellas legalmente como si comprara una cajetilla de cigarros o unas cervezas. Pero no.
Felipe Calderón es un presidente ilegítimo, y como tal, sólo va a apoyar a quienes realmente lo llevaron al poder, las grandes corporaciones a quienes está vendiendo al país y a sus ciudadanos por kilo.
Pero, bueno, él tiene sus excusas, como las que inventó Fox.
Entonces, si un presidente tiene tantas limitaciones y al final ni rinde cuentas ni responde por nada entonces, ¿para qué sirve el jefe del Poder Ejecutivo?
El problema no es si el presidente es espurio, pelele o legítimo, ni si es Fox, Calderón, o el Peje, o el que sea. El problema es la figura presidencial, herencia de la monarquía señalada por dios y con poder absoluto.
Por lo pronto, yo ya no tengo incertidumbre. Sé que Felipe y sus cuates tienen preparadas muchas sorpresas contra la soberanía, nuestra relación con otras naciones y contra las garantías individuales, la educación y el ingreso de los mexicanos. Y saldrán como entraron, por la puerta trasera.
¿Los vamos a dejar?
Si nos remontamos a las mismas fechas, pero del año 2000, la situación era una muy distinta. Por angas o mangas, los mexicanos habían decidido que el bueno para el cambio era Vicente Fox (yo voté por Rincón Gallardo), incluso gente de izquierda convencida de la utilidad del voto útil.
Vicente Fox no tuvo que luchar por legitimarse como presidente, ¡él era el presidente que los mexicanos habían elegido!
Nada de que el candidato de izquierda o el priísta se quejaran, hicieran plantones, manifestaciones de repudio, etc. Aún los que ya más o menos sabíamos lo que nos esperaba (fue mucho peor, eso sí, nos quedamos cortos). Todos aceptamos los resultados y le dimos un voto de confianza al grandulón Fox.
Fox, quien anteriormente había ocupado cargos ejecutivos en compañías como Coca Cola, llegó a la presidencia precedido de una campaña electoral que en poco o nada se distinguía de una campaña comercial, como para vender cualquier producto de consumo.
Nada nuevo en otros países como en los E.U.A., en donde los genios de la mercadotecnia usan todo tipo de estrategias para presentar a su 'producto' ante el electorado como un candidato limpio que sólo se preocupa por la población, jefe de familia con una bella casa, música de fondo, slogans, colores, alegría, pajaritos, la bandera, himnos, el orgullo patrio, fuerza ante los enemigos, democracia, justicia, bla, bla. Buenos gráficos, un poco de humor, puntadas ingeniosas, resaltar las bondades del producto, torcer como atributos los defectillos y esconder bien y/o negar la mugre indefendible.
Pero en México nunca habíamos visto algo así tan agresivo, tan separado de lo oficial, de las rutinas protocolarias de ceño fruncido, alejado de la formalidad dramática habitual.
Una campaña más 'divertida', digamos más Coca Cola.
Se nos vendió un México un poco agringado, pero muy mexicano, con las botas bien puestas y el bigote bien torcido. Una mezcla de Piporro, Pedro Infante y el Llanero Solitario.
Ganó por amplio margen, comenzó a gobernar con todo a su favor. No tenía excusas.
Pero las inventó.
Que los del congreso, que si las reformas, que si abrir Pemex al capital privado, que si los Chinos, que si los bancos, que si el subcomandante, que Castro, que porqué yo, que los medios, que el Peje.
Entre Martita y él destrozaron la poca legitimidad de todas las instituciones del país.
Con Vicente Fox me quedó muy clara la inutilidad de un presidente.
Me recuerda a cuando yo fui presidente.
Vámonos ahora 20 años atrás. Escuela Secundaria Estatal #79 Juan Aldama, en San Nicolás.
Se abría la convocatoria para registrar las planillas entre las cuales se eligiría a la directiva para la Sociedad de Alumnos de la secundaria. El candidato a presidente de la Sociedad de Alumnos de la planilla elegida ocuparía el cargo durante un año.
Inmediatamente se dio el registro de una planilla 'oficial'. El hijo de un maestro contendía ya contra el que se le pusiera enfrente para ganar la elección.
Desde hacía mucho me entusiasmaba la política, por lo que estaba al pendiente de dicha convocatoria a ver si me animaba.
Varios amigos míos lo sabían, y jugábamos imaginando las posibilidades. El momento llegó y comenzamos a hacer un plan.
Estábamos René, mis primos Gladys y Angel, Luis, entre otros. Éramos menos de treinta.
Comenzamos a esbozar el sentido de la campaña y bautizamos a la planilla, se llamaría PROSEC. En pro de una mejor secundaria.
Un día, Gladys, en un buen trabajo de espionaje político, nos trajo la lista de miembros de la planilla rival. Ocupaba tres hojas de libreta Scribe, lo que haciéndo un cálculo así rabón, nos lleva a 10 hojas de 30 renglones... el nombre de un miembro por renglón... o sea como 300 miembros.
Ese día me agüité y anuncié a mi reducido equipo que me rajaba y que ahí pa' la otra.
El buen René no se amedrentó y comenzó su propia campaña para convencerme de lo contrario. Por cierto, en aquellos tiempos René era priísta y yo simpatizaba con el PAN, por lo que había buena leña pra nuestros acalorados debates.
Con la frase "¿cómo vas a saber que no puedes si no lo intentas?", me convenció de volver a la arena política. Ahora mas agresivo que nunca.
Construí un rotafolio para ilustrar la charla que daríamos salón por salón. Sería una campaña muy visual. Los contenidos de los carteles irían dirigidos a aquellos que quieran ser 'diferentes' (¿quién no quiere serlo?, y eso que no había visto la publicidad de Apple). Ante la falta de recursos para entregar regalos a la raza, decidimos no regalar nada e incluír en la campaña la condena a esa practica equiparándola a la compra de votos.
Hacer los carteles más grandes no era problema, bastaba con pegar varias cartulinas y pintar en ellas figuras pesadas, que disimularan las uniones. Había que actuar rápido, el que pega primero pega dos veces. Así lo hicimos. Preparamos un guión para nuestra presentación con el rotafolio salpicado de promesas y humor.
Claro, la otra planilla se durmió en sus laureles. Mientras nuestras presentaciones y gráficos colgados por todo el plantel atraían la atención de los chavos y provocaban con su irreverencia, nuestros rivales, después de una campaña 'institucional' y formal, se concentraron en imitarnos. Too late.
En su desesperación, algunas manos misteriosas comenzaron a desgarrar nuestra propaganda, lo cual denuncié ante la directora con lágrimas en los ojos (realmente me dolió). Aún más simpatías nos atrajo semejante abuso.
En unas cerradísimas elecciones (conteo VOTO POR VOTO) un estrecho márgen de 10 miserables votos de un total de 850 nos dió la victoria.
Mientras celebrabamos yo no imaginaba que ése sería el momento más feliz de todo el proceso.
Al anunciar salón por salón nuestra victoria, algunos maestros nos daban su apoyo, otros no. Sobre todo algunos viejos lobos, medio caciques del barrio, muy involucrados en el mundo sindical, así muy a la Jonjitud Barrios o Esther Gordillo, pero en chiquito. Recuerdo a uno de ellos ofuscado golpeando a un amigo y compañero mío ante el asombro de la clase.
Bueno, pues uno de éstos maestros resulta que sería nuestro 'maestro tutor'. O sea que la Sociedad de Alumnos funcionaba bajo la tutoría de un maestro ¿?.
Para acabarla, éste maestro no me quería así mucho mucho mucho, más bien, durante su clase de matemáticas un par de años antes, era cotidiano que me mandara castigado a la dirección de la escuela.
Recuerdo poco del período en el que me desempeñé en mi cargo. Prácticamente se incumplieron todas las promesas. Nuestras decisiones eran manipuladas por una persona en la que desconfiaba (el maestro se llamaba Conrado, pero yo no le veía lo onrado por más que me esforzaba). Fui un títere del sistema e hicieron conmigo lo que quisieron.
Recuerdo dos cosas:
Una fiesta del Día de las Madres, en la que a güebo todas las madrecitas tenían que apolingar una lana. Había que comprar un premio para la rifa y, aunque teníamos un buen presupuesto para un premio decoroso, el maestro C. nos llevó a un tianguis de fayuca en donde compramos un mugre teléfono con despertador que para colmo, por ser de manufactura extranjera no se podía conectar al sistema de teléfonos mexicano sin un adaptador, que no incluímos.
En otra ocasión se organizó un mega baile en el que participaron las tres secundarias que compartían el mismo edificio, la de la mañana, la tarde y la noche.
También era obligatorio para todos los alumnos, pues se tomaría lista de asistencia l baile. El boleto se pagó adelantado. Recuerdo el día de la contada de lo que recabamos, algunos de los presentes echándose puños de monedas a los bolsillos, y yo indignado, pero sin fuerza para decir nada.
Al final, nuestra promesa de arreglar los baños se esfumó en el trabajo mochón y mediocre de un maistro (contratado por Conrado, of course) que medio arregló la tubería y unos sanitarios, pero esos sí cobró como si también hubiera pintado, reparado los focos, instalado nuevos lavabos, azulejo, espejos, surtidores de jabón y llenado una bodega de papel higiénico.
Sin idea de lo que había pasado, lo que más me sorprendió es que al final nadie me exigió cuentas, ni explicaciones. No existía la forma en que algún alumno pudiera acusarme por semejante fracaso. Perturbado por mi mediocridad y complicidad, terminé mi 'mandato' sin pena ni gloria. Así nomás, salí por la puerta trasera.
¿Así se sentiría Fox?
Felipe Calderón 'ganó' la presidencia con las manos sucias. Pero ha tenido suficiente tiempo para legitimizar su chamba ante los ciudadanos de México.
Lo que ha hecho es echarle al ejército a la gente. Incendiar al país y promover el terror con su 'lucha contra el narco', usando la misma cantaleta de siempre, cuando muchos sabemos que tal guerra está perdida mientras no se establezca un marco legal para la posesión, transporte y consumo de todas las drogas, de tal forma que todo adulto pueda acceder a ellas legalmente como si comprara una cajetilla de cigarros o unas cervezas. Pero no.
Felipe Calderón es un presidente ilegítimo, y como tal, sólo va a apoyar a quienes realmente lo llevaron al poder, las grandes corporaciones a quienes está vendiendo al país y a sus ciudadanos por kilo.
Pero, bueno, él tiene sus excusas, como las que inventó Fox.
Entonces, si un presidente tiene tantas limitaciones y al final ni rinde cuentas ni responde por nada entonces, ¿para qué sirve el jefe del Poder Ejecutivo?
El problema no es si el presidente es espurio, pelele o legítimo, ni si es Fox, Calderón, o el Peje, o el que sea. El problema es la figura presidencial, herencia de la monarquía señalada por dios y con poder absoluto.
Por lo pronto, yo ya no tengo incertidumbre. Sé que Felipe y sus cuates tienen preparadas muchas sorpresas contra la soberanía, nuestra relación con otras naciones y contra las garantías individuales, la educación y el ingreso de los mexicanos. Y saldrán como entraron, por la puerta trasera.
¿Los vamos a dejar?
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